pEquE iNfOrmEs 2013


pEquE iNfOrmE ABRIL 2013


♥ ¡¡Hola pequemundo!! ★

Les traigo las novedades del mes de abril:


Se terminó de completar el blog de cuentos itinerantes.
Haciendo click en la imagen pueden entrar a ver el blog y leer los cuentos.




También se completó el blog de las imágenes utilizadas en el proyecto bibliopeque.
Más de 250 ilustraciones alojadas en un solo lugar. Ojalá lo disfruten.




Publicamos el Proyecto Bibliopeque, contado paso a paso, tal como lo enviamos al concurso Viva Lectura 2013. Fue una experiencia muy gratificante y por ello, con Hogar Crecer, quisimos compartirla con nuestros lectores.




En 2010, con Verónica Tejada, mamá de Berenice, tipeamos y alojamos en un blog varios artículos sobre violencia familiar y perspectiva de género. Desde entonces, me ha sido muy difícil encontrar la manera de presentar ésta problemática dentro de la temática de Bibliopeque. Aún lo es. Sin embargo, este año quiero intentarlo.




Y ahora, A SEGUIR LEYENDO:


EL VICIO DE LEER, de Paco Abril

“Después de pensármelo mucho, acudí a la reunión de lectores anónimos que había convocado la biblioteca pública. Cuando me tocó el turno de hablar, saqué el papel que había estado preparando toda la tarde, y leí:

Mi nombre no importa, soy un lector anónimo.
El día que dije en mi casa que me gustaba leer, mi padre puso el grito en el cielo.

--Pero, bueno, ¿cómo es posible que te guste leer? -–dijo alzando la voz--. ¿Me has visto a mí leer alguna vez? ¿Lee tu madre? ¿Lee tu hermano mayor? No, verdad. Ninguno de nosotros leemos. ¿Y no estamos todos sanos y fuertes?

Mi madre fue más suave, aunque su tono también estaba cargado de reproches.

--Hijo, ¿por qué lo haces? ¿Por qué lees? –me preguntó entristecida.

Sin dejarme responder, mi padre volvió a la carga y siguió despotricando.

--Vamos a ver. Tienes un ordenador, tienes un montón de videojuegos, te hemos puesto un televisor en tu cuarto y, a pesar de todo eso, que buenos esfuerzos nos ha costado, el niño caprichoso prefiere leer libros. ¿Te parece bonito ese vicio?

¿Vicio? Yo, la verdad, no supe qué responder. Según comprobé después a escondidas en el diccionario, que también es un libro, un vicio es una mala costumbre que se repite con frecuencia.

En aquel momento, más que un vicioso, me sentía como un ladrón que acabara de robar en el Banco de España y hubiera sido pescado in fraganti.

Para colmo todavía tenía el botín en la mano, la prueba del delito, esto es, los libros que acababa de sacar de la biblioteca pública. Mis padres los miraron horrorizados y leyeron los títulos con dificultad.

Bueno, la cosa no paró ahí. Tuve que prometerles a mis progenitores que nunca más volvería a leer libros en casa.

La verdad es que me gustaría compartir este interés por la lectura con alguien, pero mis amigos piensan como mis padres. Ellos sólo saben hablar de fútbol. Un día que les insinué haber leído un libro, me miraron como si fuera un enfermo contagioso, y se alejaron de mí poniendo cara de asco.

He cumplido mi promesa a rajatabla. Ya no leo en casa, ahora leo sentado en un banco del parque y en la biblioteca pública, donde ellos no pueden verme.

A veces, cuando me dedico a este vicio, tengo miedo a que me descubran, aunque luego me olvido de todo.
Lo siento por mis padres, pero a mí me gusta leer, ¿y qué?”


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(En La oreja verde, Suplemento Infantil de LA NUEVA ESPAÑA, de Gijón, nº 568, 14 de julio de 2001.)

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LA OREJA VERDE -Creada por Paco Abril en 1989- es el suplemento infantil que edita cada sábado el diario asturiano La Nueva España. Desde 1994 colabora en esta publicación Ana L. Chicano.


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Ilustración: © Cos (seudónimo de Constanza Clocchiatti)

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ELOGIO DE LOS LIBROS, Álvaro Valverde (2002)

"Por la descripción del paraíso, y la ceguera de Tobías y por el viaje de Jonás alojado en el vientre de una ballena.

Por las aventuras de Ulises a través de un mar color de vino y por la explicación de sus hazañas hasta que pudo regresar a Ítaca.

Por las enseñanzas de Virgilio acerca del tiempo que nos huye, irremediable, y, cómo no, por las de Horacio, que nos animó a disfrutar del momento que pasa y a llevar una vida retirada y modesta.

Por los jardines y fuentes de los versos arábigos, porque evocan la pérdida del inmenso desierto.

Por la flor del cerezo y la luna y el río, y por los pabellones y por las batallas que cantan los poemas de los clásicos chinos.

Por el amor que ha abierto las murallas de todos los castillos de la historia y por los trovadores que inventaron el modo de asaltarlas.

Por las coplas escritas a la muerte del padre, y las noches oscuras y la senda escondida, y la hermosa locura que inventó Don Quijote.

Por el descenso a los infiernos donde habitan los monstruos y el ascenso a los cielos donde viven los ángeles.

Por la busca del tiempo que creímos perdido en la patria feliz de la infancia.

Por los cuentos de hadas y los cuentos de lobos, por su felicidad y por su miedo.

Por los cantos oscuros de las tribus remotas, tan acordes al ritmo con que suena la Tierra.

Por la tristeza y por el entusiasmo que se esconden detrás de las líneas escritas por cualquier ser humano.

Por los mares del mundo: los del norte y sus sagas, los del sur y sus islas; y los de la persecución de Moby Dick y los profundos del Nautilus.

Por los héroes de leyenda y los seres reales porque son las dos caras de la misma existencia.

Por las volteretas de todas las vanguardias y los sueños que inventan con sus saltos festivos.

Y por todos los libros, incontables, que admiten recordar lo olvidado y volver a lugares donde nunca estuvimos y vivir esas vidas que jamás viviremos. Porque el mundo es un libro que nos lee y que escribimos."


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(Campaña Para el fomento de la lectura de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. 2002)

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Álvaro Valverde (1959, Plasencia, Cáceres), articulista y escritor extremeño en lengua castellana. Fue presidente de la Asociación de Escritores Extremeños, director del Aula de Literatura José Antonio Gabriel y Galán, junto al novelista Gonzalo Hidalgo Bayal. Cofundador con Ángel Campos Pámpano de la revista hispano lusa (en dos lenguas) Espacio/Espaço escrito. Coordinador (2002-2005) del Plan de Fomento de la Lectura en Extremadura y director (2005-2008) de la Editora Regional de Extremadura. Ejerce de maestro en el colegio público "Alfonso VIII" de Plasencia.


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Pintura: ©Rob Gonsalves, "Written Worlds"


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TAMPOCO A MÍ ME GUSTA. Elogio adolescente de la lectura, Javier Rodríguez Marcos (2004)

“En todas las infancias hay una tía soltera. En la mía había dos. Por eso desconfío de los elogios de la buena conducta, porque detrás de toda tía soltera siempre hay un consejo que nadie le ha pedido pero que se repite, pero que se repite. El de aquellas tías mías era: “No llegarás a nada. Lee, muchacho”. Por supuesto, lo último en lo que piensa alguien a los catorce años es en seguir de cerca los consejos de nadie. Como mucho, de lejos, por encima del hombro, desconfiando. El mundo es suyo y suya es la sabiduría que cabe en su ignorancia.

A mí tampoco me gustaba leer. Ya lo han adivinado. Recuerdo aquellos días. Los recuerdo porque yo era feliz. Tenía catorce años, dicho queda. Leer me parecía, como poco, aburrido. Era lento, pesado, interminable, inútil. Todavía sigue pareciéndome inútil. La vida no es mejor, pero es más ancha ahora. Eso quería decir. Feliz, catorce años. Un final repentino del verano. Nada que hacer. Un libro despistado. La suerte estaba echada. Desde entonces no hay día en que no me pregunte: ¿Por qué leer?

Leer no hace mejor las cosas, hay que decirlo pronto, pero mejora mucho, valiente paradoja nuestra vista cansada, nuestra visión del mundo. Leer es una forma de ensanchar nuestro asombro. Y el asombro no es más que la forma más grande que existe de estar vivo.

Es una garantía contra el aburrimiento, contra la prepotencia, contra la pobre creencia de que todo está en deuda con nuestros grandes méritos. “Que nadie es más que otro si no hace más que otro”, dice, sabio, el Quijote.

Un libro es un depósito de momentos felices, un lugar donde la vida es justa, un refugio. La emoción es refugio, la memoria, también. No otra cosa es un libro: emoción y memoria.

Alguien dijo que un hombre que hubiera vivido un solo día en libertad habría atesorado recuerdos suficientes para pasar el resto de su vida en la cárcel. A veces pienso en situaciones extremas. No en bibliotecas cómodas llenas de libros nuevos. Pienso en un hombre solo y en un solo libro. Ni siquiera en un libro: en su recuerdo apenas. A eso me refiero cuando hablo de refugio. ¿No lo es, en medio de lo peor del día, el recuerdo de los días felices? Eso es también un libro. El lugar en el que alguien ha escrito que nunca estamos solos.

Un partido de fútbol –recuerdo todavía de aquel verano de los catorce años- es mucho más intenso cuando uno conoce las reglas, la estrategia, el nombre de algunos jugadores. Pues bien, los libros también tienen un poco de instrucciones de uso de la vida. No dicen, por supuesto, cómo hay que vivirla, sólo nos hacen libres para montar las piezas de este rompecabezas gratuito e impagable, vertiginoso como un salto mortal.

A veces las palabras más llenas de sentido son también las más vanas. Libertad, eso dije. ¿Por qué leer, en fin? Porque nos hace libres. Libres para saber que nuestra vida es nuestra. Para saber también que no toda la gente ha tenido la misma suerte que tuvimos nosotros. Para saber que esa suerte imprevista no nos hace mejores.

Ni complejo ni orgullo: instrucciones para ponerse un tiempo en los huesos de otro, en la piel de cualquiera.

Valgan grandes palabras por grandes ocasiones: compasión.

Leer sirve de poco si no sirve a la vida. Hay eruditos para los que diez mil libros no son más que una cifra. Sabio es el que transforma un dato en una idea para volverlo humano. Por eso toda biblioteca es antes un taller que un almacén, más viña que bodega.

“Tampoco a mí me gusta / pero al leerla / con absoluto desprecio / encontramos, al fin, / sitio para lo auténtico”. Así habla Marianne Moore en un poema titulado “Poesía”. A veces pienso, y pienso en el escándalo que sería para mis tías, que a los libros les conviene un poco de desprecio. Una lectura sin hacer concesiones. Es allí donde dan sus frutos más cuajados.

¿Por qué leer? La pregunta persiste.

Porque nos hace humanos. Y libres, compasivos. Y felices a veces. Y porque en ocasiones tampoco cuesta tanto, por más que cueste un mundo, dar la razón a nuestras tías solteras”.


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(Campaña Para el fomento de la lectura de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. 2004)

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Javier Rodríguez Marcos (Nuñomoral, Cáceres, 1970) se licenció en filología y fue pensionado de literatura en la Academia de España en Roma. Ha sido redactor del suplemento ABC Cultural y desde hace diez años trabaja en el área de cultura del diario El País. Entre sus libros de poemas destaca Frágil, Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España en 2002. Es autor del ensayo Los trabajos del viajero: tres lecturas de Cervantes y del libro de viajes Medio mundo, y coautor de los libros Vidas construidas: biografías de arquitectos y Minimalismos. Fue uno de los comisarios de la exposición Minimalismos: un signo de los tiempos, que presentó el Museo Reina Sofía de Madrid en 2001.


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Ilustración: Paulo Galindro

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Elogio de la Lectura - ÁLVARO MUTIS – (2004)


“LEER UN LIBRO es volver a nacer. Es el camino para apropiarnos de un mundo y de una visión del hombre que, a partir de ese momento, entran a formar parte de nuestro ser. Una lectura disfrutada con riqueza y plenitud es la conquista más plena que puede hacer un hombre en su vida. Hay una condición esencial que hará que este regalo de los dioses sea para siempre. La lectura debe causarnos placer. Un placer que venga de los más hondo del alma y que ha de quedarse allí intacto y disponible. Esto nos llevará a otro de los dones que concede la lectura, y es la relectura. Así, volver a leer un libro tendrá siempre una condición reveladora y es ésta: a cada lectura el libro se nos va a presentar con un nuevo rostro, con nuevos mensajes, con otros ángulos para percibir el mundo y los seres que lo pueblan.

Suele hablarse en estos tiempos de la desaparición del libro por obra de tecnologías aparentemente inevitables. Grave error el pensar así. El libro acompañará al hombre hasta su último día sobre la tierra. Cuidemos el libro, amemos el libro, en el libro se esconden las más secretas claves de nuestro paso por la tierra, el más absoluto testimonio de nuestra esencia como hombres. El libro es el mensajero de un más allá cuyo rostro no acabamos de percibir”.



Álvaro Mutis, escritor y poeta colombiano

(Texto para el Plan de Fomento de la Lectura)


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Pintura: ©Daniela Zekina

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Instrucciones para enseñar a un niño a leer, por Gustavo Martín Garzo

“Conviene empezar cuanto antes, a ser posible en la habitación misma de la clínica de maternidad, ya que es aconsejable que el futuro lector esté desde que nace rodeado de palabras. No importa que, en esos primeros momentos, no las pueda entender, con tal de que formen parte de ese mundo de onomatopeyas, exclamaciones y susurros que le une a su madre y que tiene que ver con la dicha.

Poco a poco irá descubriendo que las palabras, como el canto de los pájaros o las llamadas del celo de los animales, no son sólo manifestación de existencia sino que nos permiten relacionarnos con lo ausente. Así, muy pronto, si su madre no está a su lado echará mano de ellas para recuperarla en su pensamiento, o si vive en un pueblo rodeado de montañas les pedirá que le digan cómo es el mundo que le aguarda más allá de esas montañas y del que no sabe nada.

Palabras del día y de la noche

Por eso los adultos deben contarle cuentos, y sobre todo, leérselos.

Es importante que el futuro lector aprenda a relacionar desde el principio el mundo de la oralidad y el de la escritura. Que descubra que la escritura es la memoria de las palabras, y que los libros son algo así como esas despensas donde se guarda todo cuanto de gustoso e indefinible hay a nuestro alrededor, ese lugar donde uno puede acudir por las noches, mientras todos duermen, a tomar lo que necesita. A estas alturas habrá hecho un descubrimiento esencial, que existen palabras del día y palabras de la noche. Las palabras del día tienen que ver con lo que somos, con nuestra razón, nuestras obligaciones y nuestra respetabilidad; las de la noche con la intimidad, con el mundo de nuestros deseos y nuestros sueños. Y ése es un mundo que necesariamente se relaciona con el secreto. Por eso, el adulto no debe hablar demasiado al niño de los libros, ni abrumarle con consejos acerca de lo importante que es leer, porque entonces éste desconfiará.

La madre que guarda en la despensa los dulces que acaba de preparar, no lo proclama a los cuatro vientos, y así los vuelve más codiciables.

Las palabras de la literatura tienen que ver con ese silencio, con lo que se guarda y tal vez hay que robar, nunca con lo que nos ofrecen a gritos, y mucho menos a la luz del día, donde todos puedan vernos. El futuro lector, en suma, debe ver libros a su alrededor, saber que están ahí y que puede leerlos, pero nunca sentir que es eso lo que todos esperan que haga.

Sería aconsejable, si me apuran, que los padres no los tuvieran demasiado a la vista, sino que los guardaran dentro de grandes armarios, que a ser posible mantendrían cerrados con llave.

Aunque de vez en cuando se olvidarían esa llave, o de cerrar esos armarios, dándole al niño la opción de llevarse los libros cuando nadie les viera. Pero lo más importante es que el niño vea a sus padres leer. Discretamente, sin ostentación, pero de una forma arrebatada y absurda. El rubor en las mejillas de una madre joven, mientras permanece absorta en el libro que tiene delante, es la mejor iniciación que ésta puede ofrecer a su niño al mundo de la lectura.

Pero los libros son como aquel jardín secreto del que hablara F. H. Burnett en su célebre novela homónima: No basta con saber que están ahí, sino que hay que encontrar la puerta que nos permite entrar en su interior. Y la llave que abre esa puerta nos tiene que ser entregada azarosamente por alguien. En la novela de F.H. Burnett es un petirrojo quien lo hace, y gracias a ello la niña puede visitar el jardín escondido.

El que ese petirrojo tarde en presentarse no quiere decir que no vaya a hacerlo nunca, pero incluso si así fuera tampoco se alarme demasiado, ni por supuesto llegue a pensar que su hijito es un caso perdido. Piense que la lectura no siempre nos hace más sabios, ni más inteligentes, ni siquiera más buenos o compasivos, y que bien pudiera ser que ese niño que adora fuera como los bosquimanos, que tampoco leyeron una sola línea y eso no les impidió concebir algunos de los cuentos más hermosos que se han escuchado jamás. No olvide, en definitiva, que el cuento más necesario, y por el que seremos juzgados, es el que contamos sin darnos cuenta con nuestra vida.”


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Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) es licenciado en Filosofía y Letras y especializado en psicología.

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El escritor Gustavo Martín Garzo, con su artículo "Instrucciones para enseñar a leer a un niño", publicado el 17 de abril de 2003 en el suplemento Blanco y Negro Cultural, del diario español ABC, ganó la cuarta edición del Premio Periodístico para artículos de creación sobre la importancia de la Lectura.

Este premio, otorgado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, "pretende estimular trabajos de creación y reflexión sobre la experiencia y la importancia de la lectura y el desarrollo del hábito lector, actividad esencial para el ciudadano".

Fuente: Revista Imaginaria

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Pintura: Gautam Mukherjee

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LA PRIMERA TAREA DEL PROFESOR DE LENGUA (José Antonio Marina-María de la Válgoma, La magia de leer, Plaza Janés, 2005)

“Nos gustaría encargarte un misión in partibus infidelium, en terreno de infieles o al menos de incrédulos. Nos gustaría que convencieses a tus compañeros, los profesores de otras materias, de que el fomento de la lectura no es tarea exclusiva de tu departamento, sino de todos. (…) desearíamos que en cada centro educativo se urdiera una “conspiración de lectores”, “un tenaz proselitismo del leer”, cuyos iniciadores deberíais ser los profesores y profesoras del departamento de Lengua, junto con la persona encargada de la biblioteca, cargo que debería establecerse en todos los centros de enseñanza. El centro entero tiene que estar implicado. (…)

En todas las asignaturas se debe enseñar a leer, como efecto colateral. Los adolescentes ya dominan la mecánica de la lectura, saben descifrar los signos, pero eso no es leer. Leer es comprender lo que se lee. Para ello necesitan, entre otras cosas, aumentar su vocabulario. Wittgenstein lo dijo de manera contundente: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, por eso, como educadores –y no hay que olvidar que todo profesor lo es, sea cual sea su asignatura—tenemos el deber de ampliar su mundo. O, al menos, de intentarlo.

La ausencia de lectura no sólo empobrece la mirada, sino también la expresión, y por eso gran parte de los jóvenes no saben expresarse. Con frecuencia, cuando señalamos un error a nuestros alumnos universitarios que vienen a revisar sus exámenes, nos dicen: “Ya, pero es que lo que yo quería decir…” (…)

De hecho, las estadísticas nos dicen que los alumnos leen menos según avanzan en la secundaria. Tropezáis con una misión imposible: obligar a leer y hacer amar la imposición. Vosotros tenéis que enseñar el rostro más seco del lenguaje –la gramática—y otro rostro hermoso pero no para los alumnos –la historia de la literatura--. Es muy difícil atraer a la lectura a través de los clásicos, creadores fascinantes pero con frecuencia lejanos. (…)

Esta campaña de incitación a la lectura de todo el claustro es previa a la dirigida a los alumnos. Casi siempre deberá ser iniciada por el departamento de Lengua y Literatura, pero nos parece tan importante establecerlas de una manera constante y sistemática que llevamos mucho tiempo insistiendo sobre la necesidad de que en todos los centros de enseñanza secundaria no sólo haya una biblioteca, sino un bibliotecari@. Un@s bibliotecari@s muy peculiares, porque han tener una clarísima e innovadora función docente. La biblioteca debe ser, por supuesto, centro de información, pero tiene que ser también un punto de irradiación lectora, un centro de animación cultural.

(…) Y tenemos que acercarnos con la voz a estos adolescentes a los que no les gusta leer, no sólo por la tele, o por la videoconsola y sus juegos, activos y divertidos, sino porque hemos matado el inicial gozo de la lectura a base de fonemas, morfemas, cartas marruecas y análisis varios. ‘¿Y si en lugar de exigir la lectura, el profesor decidiera de repente compartir su propia dicha de leer?’, se pregunta Pennac.

Es la primera receta mágica. Pues de eso se trata.
De que les leamos nosotros si ellos no quieren leer. Nos dirás, y con razón, que está el programa, que tienen que hacerse comentarios, porque luego se lo pedirán al llegar a selectividad. Todo eso es cierto, pero sólo te pedimos que “te lo saltes”, un día a la semana, que será el día de lectura. Si el experimento resulta bien, como nosotros creemos, tendrán mucho más interés y aprenderán después más rápido. Sabemos que has estado muy de acuerdo mientras decíamos que los padres deberían leer cuentos a sus niños, que los profesores de primaria deberían seguir leyendo cuentos a adolescentes, a los adolescentes de hoy… y piensas que ahí querrías vernos a nosotros. Es lógico. Pero sólo te pedimos que lo pruebes, que hagas el experimento. (…)

Pero por mucho que hagamos es posible que nuestros alumnos sigan sin querer leer. No importa, tenemos que intentarlo. Un profesor debe ser optimista, debe ser inasequible al desaliento, (…)

La tarea de educar es una tarea tan grande como ilimitada. Nunca tenemos los resultados asegurados. En eso se parece a la del agricultor. Hay que plantar la semilla, y luego regarla, abonarla, cuidarla. Pero no depende de nosotros que fructifique, y que cuando lo haga sea con los resultados apetecidos. Debemos ser humildes. Sea cual sea el resultado tenemos, como profesores, la obligación moral de intentarlo con todo nuestro empeño y nuestra pasión. Se trata, sí, de un acto de amor”.



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Visto y leído en: Textos para la lectura (pdf)

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PEQUEblogs GUÍA DE LECTURA 2


Y esto ha sido todo desde acá.
Por ahora, ya no hay más.

Informaron desde Coronel Dorrego para toda la blogósfera, los peque de la biblio.


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